JOSEP-VICENT MARQUÉS. Ser Sorolla una tarde. Levante-emv 17/05/2000

Ser Sorolla, o Benlliure o Blasco Ibáñez una tarde. O el padre Luis Navarro o don Vicente Gallart, o incluso un cacicón contrabandista de los Viñes. O Josep Renau, cuya obra se exhibe ahora en algunas de las más de mil casas amenazadas por un proyecto innecesario, devastador, injusto y caro. He ahí una razón para manifestarse el jueves. Hay más. Usted puede acudir.

Ser Sorolla una tarde    JOSEP-VICENT MARQUÉS

Dése fiesta una tarde, este jueves mismo. Pida un permiso inventándose una primera comunión, cierre la oficina a las cinco y media o las seis, escápese del trabajo, concentre la empollada en la noche anterior o posterior y dése una vuelta por la orilla del mar contemplando un espectáculo de invariable nivel de calida de infinidad de matices. Camine una hora por el paseo marítimo. Siéntase Sorolla una tarde jugando con sus ojos y reinventando pintura más allá de su personal chapucería con el lápiz o el pincel. Vuelva luego la mirada al interior pasando por la Casa dels Bous, donde se guardaban los bueyes que arrastraban las barcas, amenazada hoy de derribo y maltratada ya por este ayuntamiento. Cabréese, suelte un sano exabrupto contra el odio municipal a todo lo nuestro y únase a los vecinos que desde la estación del Cabañal se manifestarán esa tarde a las ocho.

Ser Sorolla, o Benlliure o Blasco Ibáñez una tarde. O el padre Luis Navarro o don Vicente Gallart, o incluso un cacicón contrabandista de los Viñes. O Josep Renau, cuya obra se exhibe ahora en algunas de las más de mil casas amenazadas por un proyecto innecesario, devastador, injusto y caro. He ahí una razón para manifestarse el jueves. Hay más. Usted puede acudir.

Porque no cree que votar sea abdicar de su conciencia. Porque no cree que una mayoría se pueda interpretar como un cheque en blanco. Porque sabe que la democracia incluye participación de los ciudadanos, diálogo y debate.

Porque siente como una injuria que técnicos y políticos hablen de degradación del Cabanyal cuando es un barrio vivísimo en actividad artesanal, comercial y artística; donde puede encontrar una tienda especializada en telescopios, varias floristerías, bares donde se cuida la calidad de la comida y no sólo la cantidad de la bebida. Porque sólo los políticos miserables y los técnicos cutres y cursis, o los políticos cursis y los técnicos cutres o miserables pueden encontrar degradado un barrio donde aún hay travesías donde juegan libremente los niños, itinerarios que pueden hacer sin especial cuidado los ancianos, aceras donde se puede sacar la silla, la hamaca o la mecedora.

Porque la prosperidad del Cabanyal-Canyamelar-Cap de França depende de la calidad y cordialidad del trato de sus comerciantes y de que continúe siendo un entorno agradable que merece la vista y no de que con la excusa de un tráfico que puede ir por la avenida del Puerto y por Tarongers o infiltrarse suavemente por la zona se parta un barrio en dos.

Porque más vale gastar 5.000 millones en una rehabilitación de lo que está deteriorado y dotaciones concretas, que 27.000 en demoliciones y quimeras como al parecer pretenden. Millones que pagaremos todos y sólo beneficiarán a quienes especulen y rompan la dimensión humana, armónica de los beneficios.

Porque estamos hartos de que se nos expulse de la ciudad, haciéndola dura, impersonal, contaminada y ruidosa y se nos vendan viajes supuestamente maravillosos a lugares ayer libres o naturales y hoy masificados. Porque amamos Valencia y sus barrios y no los discursos floridos sobre la tierra de las flores.

Porque nos produce ya úlcera de oído la presentación como progreso de lo que es progreso del patrimonio de pocos y deterioro de las condiciones de vida de muchos. Porque se nos pone mueca en la boca cuando volvemos a oír como novedades las más anticuadas chapuzas y chorizadas de la época del ferrocarril de vapor.

Porque Valencia no se puede permitir ya perder más huerta, más edificios valiosos artística o históricamente, más elementos singulares. Ya se parece demasiado a Zaragoza cuando intenta parecer-se a Madrid intentando parecerse al culo de Nueva York. Porque veintiséis años después de la movilización contra la destrucción del Saler, victoria que nos permitió evitar el cinturón de tráfico bárbaro previsto para el cauce, aún no se puede bajar la guardia. En cuanto el pueblo se descuida, le destrozan o le venden hasta el sol, el agua, la madre si hay mercado.

Sentirse Sorolla justamente cabreado una tarde, luchar por lo que es suyo aunque no esté en su cuenta corriente, reconocerse ciudadana o ciudadano, vecino o vecina, junto a la coordinadora Salvem El Cabanyal. Razones.