Escoltem, per Luis F. Herrero, arquitecte

Luis F. Herrero – Arquitecto.

La ciudad es la mejor metáfora de la cultura. En una época de crisis cultural entre lo postindustrial y lo informacional, no es de extrañar la consiguiente crisis de la ciudad contemporánea inmersa en un proceso de cambio histórico. Los problemas de la ciudad se agravan en algunos barrios donde la delincuencia campa por sus respetos.

La especulación urbanística es un factor que favorece este conflicto. Efectivamente, allí donde pone sus ojos un planeamiento dirigido desde el centro y para el centro, destinado a acumular capital e insensible ante lo que se encuentra por en medio, aparece siempre una forma de degradación consentida. La bolsa de población marginal inherente a un sistema de producción capitalista cada vez más cercano a las condiciones de principios del siglo XX y más alejado de las conquistas sociales obtenidas a lo largo de dicho sigloD es utilizada para degradar, y por lo tanto desvalorizar, aquellos lugares que son objetivo del capital inmobiliario. Evidencias de este mecanismo se aprecian en operaciones como La Punta, el Camí del Pouet, las inmediaciones del Parque de Cabecera en la huerta de Campanar, las inmediaciones del Parque Central en Ruzafa, el Cabanyal en la sombra que proyecta la pretendida prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez.Luis F. Herrero – Arquitecto.

La ciudad es la mejor metáfora de la cultura. En una época de crisis cultural entre lo postindustrial y lo informacional, no es de extrañar la consiguiente crisis de la ciudad contemporánea inmersa en un proceso de cambio histórico. Los problemas de la ciudad se agravan en algunos barrios donde la delincuencia campa por sus respetos.

La especulación urbanística es un factor que favorece este conflicto. Efectivamente, allí donde pone sus ojos un planeamiento dirigido desde el centro y para el centro, destinado a acumular capital e insensible ante lo que se encuentra por en medio, aparece siempre una forma de degradación consentida. La bolsa de población marginal inherente a un sistema de producción capitalista cada vez más cercano a las condiciones de principios del siglo XX y más alejado de las conquistas sociales obtenidas a lo largo de dicho sigloD es utilizada para degradar, y por lo tanto desvalorizar, aquellos lugares que son objetivo del capital inmobiliario. Evidencias de este mecanismo se aprecian en operaciones como La Punta, el Camí del Pouet, las inmediaciones del Parque de Cabecera en la huerta de Campanar, las inmediaciones del Parque Central en Ruzafa, el Cabanyal en la sombra que proyecta la pretendida prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez.

En todos esos casos ha sido y es evidente la proliferación de actividades consideradas delictivas por una sociedad hipócrita que necesita de su existencia: la prostitución y la venta de drogas, consentidas pero ilegales. Es precisamente este carácter de ilegalidad lo que las convierte en actividades peligrosas, molestas e insalubres para los habitantes de las zonas afectadas, que poco a poco, se van rindiendo ante las amenazas, insultos, extorsiones, incivilidad de sus nuevos vecinos, y ante la pasividad e, incluso, la presión de los poderes públicos, optan por vender a bajo precio e intentar rehacer su vida en otros lugares.

Este artículo no entra a valorar la posible connivencia de los poderes públicos en la aplicación y pervivencia de estas situaciones, a pesar del sospechoso anuncio reciente de cambiar la Ley de Patrimonio que protege los Bienes de Interés Cultural. Por el contrario, se trata de proponer una nueva teoría y una nueva práctica de planeamiento urbano que minimice la especulación y sus regresivas consecuencias y recupere la calle como lugar de encuentro para personas capaces de solucionar sus conflictos, de avanzar en el Ôcontinuum´ que define la cultura. Por otra parte, no se trata de algo desconocido para esos poderes públicos. La Agenda Hábitat España, en fechas tan lejanas como febrero de 1996, recogía en sus conclusiones: «La participación ciudadana en la vida municipal es muy escasa, siendo necesario un mayor acercamiento al ciudadano. Es necesario replantear los mecanismos de participación ciudadana que en muchas ocasiones se limitan a ser meros instrumentos de información y comunicación sin capacidad real de incidencia sobre la decisión final». El camino correcto para resolver la degradación cotidiana producida por la especulación, es el impulso por parte de los poderes públicos de una participación real y efectiva en la vida municipal, muy urgentemente en el planeamiento urbano, y por extensión, en la vida política en general.

El Ayuntamiento de Valencia, después de más de siete años de esta declaración, poco o nada ha hecho para impulsar mecanismos de participación ciudadana. En el Cabanyal, creemos firmemente en la utilidad de la participación ciudadana para resolver, sin traumáticas operaciones de sventramento, los problemas del barrio. Por ello, y ante la pasividad municipal, apoyados por abogados, economistas y sociólogos de la Universidad de Valencia y arquitectos y urbanistas de la Universidad Politécnica, hemos puesto en marcha Escoltem el Cabanyal, una oficina alternativa de participación ciudadana que trata de acercar las opiniones de los ciudadanos y los conocimientos de los técnicos, con el objetivo de avanzar en un proyecto que pretende abordar la rehabilitación y restauración de los poblados marítimos y definir su papel en el conjunto urbano de Valencia, sin simplificaciones, sino aceptando la complejidad que requieren las intervenciones en la ciudad contemporánea.

Las primeras conclusiones después de una serie de encuestas, apuntan a señalar un problema principal: el aumento de la delincuencia en los últimos años. En esto coinciden, tanto los que nos oponemos a la prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez, como los que la admiten como mal menor para erradicarla. Sostenemos que la causa de esta delincuencia no está en las condiciones urbanísticas del barrio, sino que viene provocada por las expectativas inmobiliarias, espoleadas por la manifiesta intención municipal de prolongar la avenida.

En Escoltem, entendemos que el urbanismo es una ciencia para hacer ciudad, no para destruir lo ya hecho: construir sobre lo construido, construir sin destruir. En Escoltem, entendemos que la estructura urbana de los Poblados Marítimos, la morfología de sus manzanas y su parcelación, son perfectamente asimilables a modos de habitar y poblar actuales (y así lo debe entender también el Ayuntamiento cuando propone Dcon dosis de cinismo mantener y recuperar los restos del naufragio provocados en esa estructura por la prolongación). En Escoltem, estamos convencidos de la conveniencia de mantener la avenida de Blasco Ibáñez en sus actuales dimensiones, como un salón urbano de gran calidad; y también de la conveniencia de la pervivencia de los Poblados Marítimos como parte de la historia urbana; ambas piezas con su especificidad y su complementariedad, contribuirán a la valoración de una gran ciudad como es Valencia.

En Escoltem, dudamos de declaraciones de intenciones grandilocuentes de regeneración por medio de operaciones inmobiliarias especulativas, en una ciudad que ha visto como operaciones similares (la avenida del Oeste) han dado como resultado la ruina de los barrios que atravesaban (Velluters, Carme). Por el contrario, en Escoltem confiamos en la vigencia de la estructura urbana actual de los Poblados Marítimos y en la vitalidad y energía de sus habitantes para, huyendo de las prisas especulativas, dar forma física al tiempo necesario para alcanzar el futuro deseado por todos: vivir de un modo diferente en un barrio diferente, con un horizonte de progreso, sin amenazas ni extorsiones. La civilidad y la convivencia en un barrio rehabilitado e íntegro, desalojarán a la delincuencia.

Para acercarnos a este objetivo, se necesitan opiniones y ayuda de todos. Escoltem el Cabanyal, está en la calle de la Reina 125.

En todos esos casos ha sido y es evidente la proliferación de actividades consideradas delictivas por una sociedad hipócrita que necesita de su existencia: la prostitución y la venta de drogas, consentidas pero ilegales. Es precisamente este carácter de ilegalidad lo que las convierte en actividades peligrosas, molestas e insalubres para los habitantes de las zonas afectadas, que poco a poco, se van rindiendo ante las amenazas, insultos, extorsiones, incivilidad de sus nuevos vecinos, y ante la pasividad e, incluso, la presión de los poderes públicos, optan por vender a bajo precio e intentar rehacer su vida en otros lugares.

Este artículo no entra a valorar la posible connivencia de los poderes públicos en la aplicación y pervivencia de estas situaciones, a pesar del sospechoso anuncio reciente de cambiar la Ley de Patrimonio que protege los Bienes de Interés Cultural. Por el contrario, se trata de proponer una nueva teoría y una nueva práctica de planeamiento urbano que minimice la especulación y sus regresivas consecuencias y recupere la calle como lugar de encuentro para personas capaces de solucionar sus conflictos, de avanzar en el Ôcontinuum´ que define la cultura. Por otra parte, no se trata de algo desconocido para esos poderes públicos. La Agenda Hábitat España, en fechas tan lejanas como febrero de 1996, recogía en sus conclusiones: «La participación ciudadana en la vida municipal es muy escasa, siendo necesario un mayor acercamiento al ciudadano. Es necesario replantear los mecanismos de participación ciudadana que en muchas ocasiones se limitan a ser meros instrumentos de información y comunicación sin capacidad real de incidencia sobre la decisión final». El camino correcto para resolver la degradación cotidiana producida por la especulación, es el impulso por parte de los poderes públicos de una participación real y efectiva en la vida municipal, muy urgentemente en el planeamiento urbano, y por extensión, en la vida política en general.

El Ayuntamiento de Valencia, después de más de siete años de esta declaración, poco o nada ha hecho para impulsar mecanismos de participación ciudadana. En el Cabanyal, creemos firmemente en la utilidad de la participación ciudadana para resolver, sin traumáticas operaciones de sventramento, los problemas del barrio. Por ello, y ante la pasividad municipal, apoyados por abogados, economistas y sociólogos de la Universidad de Valencia y arquitectos y urbanistas de la Universidad Politécnica, hemos puesto en marcha Escoltem el Cabanyal, una oficina alternativa de participación ciudadana que trata de acercar las opiniones de los ciudadanos y los conocimientos de los técnicos, con el objetivo de avanzar en un proyecto que pretende abordar la rehabilitación y restauración de los poblados marítimos y definir su papel en el conjunto urbano de Valencia, sin simplificaciones, sino aceptando la complejidad que requieren las intervenciones en la ciudad contemporánea.

Las primeras conclusiones después de una serie de encuestas, apuntan a señalar un problema principal: el aumento de la delincuencia en los últimos años. En esto coinciden, tanto los que nos oponemos a la prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez, como los que la admiten como mal menor para erradicarla. Sostenemos que la causa de esta delincuencia no está en las condiciones urbanísticas del barrio, sino que viene provocada por las expectativas inmobiliarias, espoleadas por la manifiesta intención municipal de prolongar la avenida.

En Escoltem, entendemos que el urbanismo es una ciencia para hacer ciudad, no para destruir lo ya hecho: construir sobre lo construido, construir sin destruir. En Escoltem, entendemos que la estructura urbana de los Poblados Marítimos, la morfología de sus manzanas y su parcelación, son perfectamente asimilables a modos de habitar y poblar actuales (y así lo debe entender también el Ayuntamiento cuando propone Dcon dosis de cinismo mantener y recuperar los restos del naufragio provocados en esa estructura por la prolongación). En Escoltem, estamos convencidos de la conveniencia de mantener la avenida de Blasco Ibáñez en sus actuales dimensiones, como un salón urbano de gran calidad; y también de la conveniencia de la pervivencia de los Poblados Marítimos como parte de la historia urbana; ambas piezas con su especificidad y su complementariedad, contribuirán a la valoración de una gran ciudad como es Valencia.

En Escoltem, dudamos de declaraciones de intenciones grandilocuentes de regeneración por medio de operaciones inmobiliarias especulativas, en una ciudad que ha visto como operaciones similares (la avenida del Oeste) han dado como resultado la ruina de los barrios que atravesaban (Velluters, Carme). Por el contrario, en Escoltem confiamos en la vigencia de la estructura urbana actual de los Poblados Marítimos y en la vitalidad y energía de sus habitantes para, huyendo de las prisas especulativas, dar forma física al tiempo necesario para alcanzar el futuro deseado por todos: vivir de un modo diferente en un barrio diferente, con un horizonte de progreso, sin amenazas ni extorsiones. La civilidad y la convivencia en un barrio rehabilitado e íntegro, desalojarán a la delincuencia.

Para acercarnos a este objetivo, se necesitan opiniones y ayuda de todos. Escoltem el Cabanyal, está en la calle de la Reina 125.