La Setmana Santa Marinera i la prolongació
La Semana Santa Marinera es una representación religiosa y popular que tiene por escenario un espacio peculiar: los antiguos municipios de Vila Nova del Grau y Poble Nou del Mar, anexionados a Valencia en 1897. No solo su dilatada historia hace particulares a estos barrios dentro del actual municipio de la capital, sino también ciertas características bien visibles para un observador atento: el inconfundible paisaje urbano, la presencia del mar y del puerto, el sentimiento de sus habitantes de compartir un espacio común, la manera de apropiarse de la calle en determinadas ocasiones y, desde luego la semana Santa Marinera.
Esta celebración, en el Grau y en Cabanyal-Canyamelar, entreteje dos aspectos fundamentales que, a menudo, suelen pasar inadvertidos al simple observador, una historia religiosa y una historia urbana. Por una parte, la Semana Santa marinera se alimenta de su indudable fuerza con manifestación de fe, devoción y propaganda del credo católico. Los personajes bíblicos que participan, los actos de cada iglesia, el orden de la procesión, las imágenes y las procesiones no son meras sucesiones de escenas inconexas, sino un autentico libro abierto de la pasión y resurrección de Jesús. Pero esta Semana Santa, aquí, tiene otra clave explicativa que es bien conocida por los vecinos del lugar, aunque no tanto por sus visitantes. Algo que podemos definir como el espíritu que alimenta la coreografía urbana de esta Semana Santa. A diferencia de otros barrios de Valencia, el Grau y el Cabanyal-Canyamelar tienen un espacio bien acotado, calles que son, para todos, el limite entre unos y otros, una consideración que acompaña a sus vecinos toda su vida: nacer en el Grau no es igual (ni mejor ni peor) que haber nacido en el Cabanyal, es diferente. El espacio adquiere vida en esta parte de la ciudad: las calles tienen carácter propio, los barrios también y dentro de ellos, la organización en parroquias establece fronteras y límites que influyen en celebraciones de calle como es la Semana Santa.La Semana Santa Marinera es una representación religiosa y popular que tiene por escenario un espacio peculiar: los antiguos municipios de Vila Nova del Grau y Poble Nou del Mar, anexionados a Valencia en 1897. No solo su dilatada historia hace particulares a estos barrios dentro del actual municipio de la capital, sino también ciertas características bien visibles para un observador atento: el inconfundible paisaje urbano, la presencia del mar y del puerto, el sentimiento de sus habitantes de compartir un espacio común, la manera de apropiarse de la calle en determinadas ocasiones y, desde luego la semana Santa Marinera.
Esta celebración, en el Grau y en Cabanyal-Canyamelar, entreteje dos aspectos fundamentales que, a menudo, suelen pasar inadvertidos al simple observador, una historia religiosa y una historia urbana. Por una parte, la Semana Santa marinera se alimenta de su indudable fuerza con manifestación de fe, devoción y propaganda del credo católico. Los personajes bíblicos que participan, los actos de cada iglesia, el orden de la procesión, las imágenes y las procesiones no son meras sucesiones de escenas inconexas, sino un autentico libro abierto de la pasión y resurrección de Jesús. Pero esta Semana Santa, aquí, tiene otra clave explicativa que es bien conocida por los vecinos del lugar, aunque no tanto por sus visitantes. Algo que podemos definir como el espíritu que alimenta la coreografía urbana de esta Semana Santa. A diferencia de otros barrios de Valencia, el Grau y el Cabanyal-Canyamelar tienen un espacio bien acotado, calles que son, para todos, el limite entre unos y otros, una consideración que acompaña a sus vecinos toda su vida: nacer en el Grau no es igual (ni mejor ni peor) que haber nacido en el Cabanyal, es diferente. El espacio adquiere vida en esta parte de la ciudad: las calles tienen carácter propio, los barrios también y dentro de ellos, la organización en parroquias establece fronteras y límites que influyen en celebraciones de calle como es la Semana Santa.
En esta semana, los vecinos, nos apropiamos de las calles, que si siempre son nuestras y así las sentimos, estos días lo son más: el poder de evocación de esta celebración (calle y procesión, procesión y calle) será siempre recordado.. estemos donde estemos, aquellos que hemos vivido desde pequeños la Semana Santa Marinera recordaremos, por muy lejos que la vida nos lleve, la excitación de una tarde de Viernes Santo, con un aire ligero de primeros de abril, después de una comida tradicional de cuaresma, bajando sillas a una calle vacía, por un día de automóviles. A la puerta de casa, de nuestra casa. Esperando. La calle, como una extensión de nuestro hogar, sentados en las sillas de nuestro comedor o de nuestra sala de estar. En primera fila para ver, un año más, al Jesús crucificado, a los penitentes y vestas, a los sayones y a los granaderos…
Sabemos que estos sentimientos no se pueden transmitir fácilmente. Con este trabajo, hemos intentado ofrecer un sencillo reflejo, un superficial arañazo a toda una semana de emoción y de pasión para los vecinos de estos barrios.
INTRODUCCIÓN
La Semana Santa Marinera que se desarrolla en los barrios del Grau y del Cabanyal-Canyamelar de Valencia es una de las celebraciones más ricas que pueden contemplarse en la actualidad. Pero su riqueza no se deriva de la exhibición de sus participantes o de las joyas que portan sus imágenes. Ni siquiera del presupuesto de su Junta Mayor. Uno de sus más apreciados valores reside en la estrecha relación que se crea entre los que procesionan y quienes los observan desde las aceras, entre las imágenes que lentamente se mueven por este espacio urbano y quienes las contemplan desde sus casas y balcones, entre los actos religiosos y el entorno de calles y plazas.
Como en un gigantesco teatro al aire libre, durante más de una semana, se desarrollan actos que son testimonio de una forma de contemplar la vida y la relación con los demás. Imaginen un gran escenario en el que se desarrolla un drama, la pasión de Jesús.
Este enorme e impresionante escenario son las casas y calles de nuestros barrios marítimos. Cuando llega la Semana Santa, el Grau y especialmente el Cabanyal-Canyamelar cambia. La circulación se altera, las calles vuelven a ser de los viandantes, que pasean por el centro de la calzada esperando la procesión, los balcones se engalanan con senyeras y se busca el mejor cobertor para adornar las ventanas. Las sillas vuelven a ocupar las aceras, estéticamente alineadas y unidas por esos entrañables cordeles blancos, como hace tantos años, y la música, triste o alegre según corresponda al Viernes Santo o al Domingo de Resurrección, llena el tibio aire de Abril. Se percibe una agitación característica. Se rompe la rutina y durante una semana, la vida se vuelve especial, distinta, intensa. Hasta la comida cambia, con platos que, llegados estos días, se hacen usuales en la mesa de nuestras casas.
Es por ello que quienes quieren comprender el autentico espíritu de la Semana Santa Marinera han de dirigir su mirada, no solo a los actos litúrgicos y las procesiones, sino a su alrededor. Han de permitir que sus ojos vaguen por el inmenso cuadro de pincelada rápida y suelta que forman los vestas, las imágenes, los espectadores, los granaderos y sayones, los personajes femeninos, de la Verónica a la Samaritana y que tienen de fondo multicolor las casas, las calles y el paisaje urbano tan característico de estos barrios. Y una recomendación: tras asistir a las procesiones y actos religiosos, base indiscutible de la celebración de la muerte y resurrección del Señor, les invitamos a acompañar a cualquiera de las veintisiete cofradías, hermandades y corporaciones a su local, doblando calles con ella, atravesando plazas, descubriendo rincones nuevos, admirándose ante las muestras populares de un estilo de vida particular o ante testimonios artísticos históricos indiscutibles de la vocación marinera de estos barrios.
¿Sería posible una Semana Santa Marinera sin el Grau y el Cabanyal-Canyamelar que hoy conocemos? Muy posiblemente no. Al menos ya no sería la misma. Como tampoco es posible comprender del todo estos barrios sin conocer los esfuerzos, la devoción y la tradición de la Semana Santa y lo que representa para sus habitantes.
El trabajo que a continuación les presentamos es una invitación a conocer la Semana Santa Marinera y su entorno urbano. Cuando las ciudades van perdiendo sus particularidades señas de identidad, cuando las calles y las plazas se parecen cada vez más, da igual que estemos en América, en Asia o en Europa. Cuando casi no hay espacio para la cultura propia, manifestaciones como la Semana Santa Marinera celebrada en un entorno urbano peculiar se nos ofrecen como un testimonio de la voluntad de mantener unas tradiciones que conforman una de las señas de identidad fundamentales de esta parte de la ciudad de Valencia.
Las sociedades que más han progresado humanamente, que no siempre coinciden con los índices de riqueza material, han sido aquellas que han sabido mantener sus tradiciones sin por ello caer en un conservadurismo formal, estético y ético.
En el Grau y en el Cabanyal-Canyamelar, durante la Semana Santa, el espacio y el tiempo juegan una peculiar danza, acompasada y espectacular. Cada día, tiene su espacio, su calle. El lunes Santo es el día del Canyamelar, cuando se festeja a su patrón, el Santisim Crist dels Afligits y el Viernes Santo, además del Crist del Salvador i de l´Empar se desplazan, bien temprano todavía entre brumas, a la orilla del Mediterráneo, recordando a los que faltaron en ese mismo mar. Y, de la misma manera, cada uno de los actos de la Semana Santa tienen su escenario, su recorrido, su cauce natural. La biografía personal de los vecinos del Grau y del Cabanyal-Canyamelar y el paisaje urbano de estos barrios se entremezclan con naturalidad en esta Semana de pasión. Ojalá este trabajo sirva como invitación para que aquellos que todavía no conocer la Semana Santa Marinera vengan y paseen por estos antiguos pueblos durante sus actos principales. Que participen de la devoción, que observen la gente que se agolpa en las aceras, los pequeños gestos de los mas mayores y los rostros de los más pequeños. Y que ojalá sirva para que aquellos que sí la conocen podamos encontrar nuevos deseos de participar y de mostrar al mundo los valores que la Semana Santa Marinera cada año transmite.
En esta semana, los vecinos, nos apropiamos de las calles, que si siempre son nuestras y así las sentimos, estos días lo son más: el poder de evocación de esta celebración (calle y procesión, procesión y calle) será siempre recordado.. estemos donde estemos, aquellos que hemos vivido desde pequeños la Semana Santa Marinera recordaremos, por muy lejos que la vida nos lleve, la excitación de una tarde de Viernes Santo, con un aire ligero de primeros de abril, después de una comida tradicional de cuaresma, bajando sillas a una calle vacía, por un día de automóviles. A la puerta de casa, de nuestra casa. Esperando. La calle, como una extensión de nuestro hogar, sentados en las sillas de nuestro comedor o de nuestra sala de estar. En primera fila para ver, un año más, al Jesús crucificado, a los penitentes y vestas, a los sayones y a los granaderos…
Sabemos que estos sentimientos no se pueden transmitir fácilmente. Con este trabajo, hemos intentado ofrecer un sencillo reflejo, un superficial arañazo a toda una semana de emoción y de pasión para los vecinos de estos barrios.
INTRODUCCIÓN
La Semana Santa Marinera que se desarrolla en los barrios del Grau y del Cabanyal-Canyamelar de Valencia es una de las celebraciones más ricas que pueden contemplarse en la actualidad. Pero su riqueza no se deriva de la exhibición de sus participantes o de las joyas que portan sus imágenes. Ni siquiera del presupuesto de su Junta Mayor. Uno de sus más apreciados valores reside en la estrecha relación que se crea entre los que procesionan y quienes los observan desde las aceras, entre las imágenes que lentamente se mueven por este espacio urbano y quienes las contemplan desde sus casas y balcones, entre los actos religiosos y el entorno de calles y plazas.
Como en un gigantesco teatro al aire libre, durante más de una semana, se desarrollan actos que son testimonio de una forma de contemplar la vida y la relación con los demás. Imaginen un gran escenario en el que se desarrolla un drama, la pasión de Jesús.
Este enorme e impresionante escenario son las casas y calles de nuestros barrios marítimos. Cuando llega la Semana Santa, el Grau y especialmente el Cabanyal-Canyamelar cambia. La circulación se altera, las calles vuelven a ser de los viandantes, que pasean por el centro de la calzada esperando la procesión, los balcones se engalanan con senyeras y se busca el mejor cobertor para adornar las ventanas. Las sillas vuelven a ocupar las aceras, estéticamente alineadas y unidas por esos entrañables cordeles blancos, como hace tantos años, y la música, triste o alegre según corresponda al Viernes Santo o al Domingo de Resurrección, llena el tibio aire de Abril. Se percibe una agitación característica. Se rompe la rutina y durante una semana, la vida se vuelve especial, distinta, intensa. Hasta la comida cambia, con platos que, llegados estos días, se hacen usuales en la mesa de nuestras casas.
Es por ello que quienes quieren comprender el autentico espíritu de la Semana Santa Marinera han de dirigir su mirada, no solo a los actos litúrgicos y las procesiones, sino a su alrededor. Han de permitir que sus ojos vaguen por el inmenso cuadro de pincelada rápida y suelta que forman los vestas, las imágenes, los espectadores, los granaderos y sayones, los personajes femeninos, de la Verónica a la Samaritana y que tienen de fondo multicolor las casas, las calles y el paisaje urbano tan característico de estos barrios. Y una recomendación: tras asistir a las procesiones y actos religiosos, base indiscutible de la celebración de la muerte y resurrección del Señor, les invitamos a acompañar a cualquiera de las veintisiete cofradías, hermandades y corporaciones a su local, doblando calles con ella, atravesando plazas, descubriendo rincones nuevos, admirándose ante las muestras populares de un estilo de vida particular o ante testimonios artísticos históricos indiscutibles de la vocación marinera de estos barrios.
¿Sería posible una Semana Santa Marinera sin el Grau y el Cabanyal-Canyamelar que hoy conocemos? Muy posiblemente no. Al menos ya no sería la misma. Como tampoco es posible comprender del todo estos barrios sin conocer los esfuerzos, la devoción y la tradición de la Semana Santa y lo que representa para sus habitantes.
El trabajo que a continuación les presentamos es una invitación a conocer la Semana Santa Marinera y su entorno urbano. Cuando las ciudades van perdiendo sus particularidades señas de identidad, cuando las calles y las plazas se parecen cada vez más, da igual que estemos en América, en Asia o en Europa. Cuando casi no hay espacio para la cultura propia, manifestaciones como la Semana Santa Marinera celebrada en un entorno urbano peculiar se nos ofrecen como un testimonio de la voluntad de mantener unas tradiciones que conforman una de las señas de identidad fundamentales de esta parte de la ciudad de Valencia.
Las sociedades que más han progresado humanamente, que no siempre coinciden con los índices de riqueza material, han sido aquellas que han sabido mantener sus tradiciones sin por ello caer en un conservadurismo formal, estético y ético.
En el Grau y en el Cabanyal-Canyamelar, durante la Semana Santa, el espacio y el tiempo juegan una peculiar danza, acompasada y espectacular. Cada día, tiene su espacio, su calle. El lunes Santo es el día del Canyamelar, cuando se festeja a su patrón, el Santisim Crist dels Afligits y el Viernes Santo, además del Crist del Salvador i de l´Empar se desplazan, bien temprano todavía entre brumas, a la orilla del Mediterráneo, recordando a los que faltaron en ese mismo mar. Y, de la misma manera, cada uno de los actos de la Semana Santa tienen su escenario, su recorrido, su cauce natural. La biografía personal de los vecinos del Grau y del Cabanyal-Canyamelar y el paisaje urbano de estos barrios se entremezclan con naturalidad en esta Semana de pasión. Ojalá este trabajo sirva como invitación para que aquellos que todavía no conocer la Semana Santa Marinera vengan y paseen por estos antiguos pueblos durante sus actos principales. Que participen de la devoción, que observen la gente que se agolpa en las aceras, los pequeños gestos de los mas mayores y los rostros de los más pequeños. Y que ojalá sirva para que aquellos que sí la conocen podamos encontrar nuevos deseos de participar y de mostrar al mundo los valores que la Semana Santa Marinera cada año transmite.
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