JOSEP-VICENT MARQUÉS. Viaje desde el culo del milenio. Levante-emv 01/05/1999
Los vecinos que se han ido hoy, día 27, a París, llevan la mirada indignada de mi hijo que descubrió Valencia desde el Cabanyal amenazado y la asombrada ante tanta pancarta participativa de mi hija, que pasó aquí este fin de semana. Llevan el coraje de quienes se resisten a entrar en el tercer milenio en pelotas y con la raíz al aire, como los esclavos del primero. Buen viaje, vecinos.
Viaje desde el culo del milenio
JOSEP-VICENT MARQUÉS
Aunque cuando ustedes lean esto ya habrá partido hacia París una representación de la plataforma Salvem el Cabanyal, Canyamelar, Cap de França, me parece justo que sepan con cuánto cariño de muchos valencianos marchan en su viaje a la sede de la Unesco, a presentar nuestra protesta por el salvaje ataque a nuestro patrimonio histórico-cultural y el entramado social de nuestra convivencia.
No estará de más que recordemos el anacrónico absurdo que encierran los planes municipales que acabarán (si nuestra protesta no lo impide) con más de mil viviendas, afectarán a cerca de tres mil personas y partirán de un grueso hachazo uno de los barrios de arquitectura y costumbres más peculiares y entrañables. Recordaremos que el carácter estacionario de la población valenciana no exige gran cantidad de nuevas viviendas sino rehabilitaciones. Recordaremos que cuando una ciudad ha perdido tanto de su patrimonio urbano por desidia, auto odio, especulación o papanatismo, lo que necesita es preservar los pequeños espacios, las casas agradables, los rincones simpáticos, lo que hace que un barrio y una ciudad sigan siendo ese barrio y esa ciudad. Recordaremos que lo que el Cabanyal necesita es saneamiento urbano y no cambio de uso y de clase social residente. Recordaremos que ya está bien de cobrarse cada real o supuesta mejora de un barrio con el barrio mismo. Recordaremos que después de siglos o décadas de desprecio o ignorancia de la ciudad por sus poblados marítimos, lo que hace falta es su integración suave y respetuosa y no una nueva agresión, el desembarco de guerreros inmobiliarios en busca de saqueo o botín. Recordaremos que el proyecto decimonónico en que se inspira se corresponde con épocas en que los accesos al mar eran menos y por ello pudo parecer interesante prolongar la avenida de Blasco Ibáñez. Recordaremos que mal servicio se hace a la imagen de Valencia jugándoselo todo a proyectos grandiosos interesantes o no, como l’Hemisfèric, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, etc., que en cualquier caso podrían estar en cualquier ciudad del mundo.
Por ello, los viajeros de la plataforma llevan junto a una protesta vecinal justa y emotiva, una racionalidad realmente contemporánea, una modernidad que en vano pretenden los pomposos cantores del III milenio, una elegancia estética que no tendrán jamás los mediocres tocineros que se ceban de la matanza de la ciudad y de la huerta. Y un rigor político que trasciende la división entre derechas e izquierdas: la constatación de que no se debe hacer la ciudad contra la que viven, de que ejecutivos capitalistas y tecnócratas socialistas son dos variantes de usurpadores de la palabra del vecindario, aunque ciertamente sea ahora la especulación capitalista el motor del desaguisado.
Los vecinos que se han ido hoy, día 27, a París, llevan la mirada indignada de mi hijo que descubrió Valencia desde el Cabanyal amenazado y la asombrada ante tanta pancarta participativa de mi hija, que pasó aquí este fin de semana. Llevan el coraje de quienes se resisten a entrar en el tercer milenio en pelotas y con la raíz al aire, como los esclavos del primero. Buen viaje, vecinos.
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