José María Medina. Sálvese quien pueda. Levante-emv 25/03/1999
ESTAMOS rodeados de salvadores », me decía un viejo amigo hace unos días, comentándome que de unos años a esta parte proliferaban por cualquier lugar de Valencia pancartas, pintadas o panfletos de grupos de vecinos, que asociados contra la brutalidad municipal, denunciaban la destrucción arbitraria de sus barrios y con ella de su historia.
José María Medina*
Sálvese quien pueda.
ESTAMOS rodeados de salvadores », me decía un viejo amigo hace unos días, comentándome que de unos años a esta parte proliferaban por cualquier lugar de Valencia pancartas, pintadas o panfletos de grupos de vecinos, que asociados contra la brutalidad municipal, denunciaban la destrucción arbitraria de sus barrios y con ella de su historia. Después de pegarle vueltas a tal conclusión, me di cuenta de que, efectivamente, bastaba leer la prensa razonable o pasear instintivamente por nuestra ciudad, para darse cuenta de que por unos motivos o por otros el descontento vecinal hacia las actitudes grotescas del Gobierno municipal estaban y están más que justificadas. Salvem el Botànic, Salvem la Punta, Salvem el Cabanyal i el Canyamelar, Salvem el Carme, Salvem l’Horta, Salvem Campanar, Salvem Russafa y tantos otros que sin llamarse salvem intentan luchar por la protección y rehabilitación de sus barrios y viviendas, como ocurre con Velluters, Patraix, Nazaret, Mestalla, els Orriols, etc. «¡Qué barbaridad! —me dije—, ¿cómo es posible generar tanto desencanto? ¿Todos estos despropósitos estaban en el programa electoral del PP?» Deberíamos haberlo leído antes de votar, en lugar de dejarnos engatusar por campañas millonarias de luz y de color, y de promesas verbales, de si te he visto, no me acuerdo. Lo bien cierto es que a poco más de tres meses de las elecciones, la prepotencia y la chulería histórica de la derecha no amaina ni afloja la cuerda, reinaugura lo ya inaugurado e incluso, como hizo días atrás con el príncipe Felipe, inaugura lo «inaugurable». «¡Vaya rostro! —dice mi anciana vecina—, esta ciudad es una desconocida. Mi barrio, mi casa en el Cabanyal… Quieren tirarla abajo unos piratas desalmados de pelo en pecho; la tienen asediada. Quieren partir en dos mi pueblo, que es mi vida. Pretenden, en nombre de la especulación más odiosa, desarraigarnos de nuestra historia y nuestras radiciones. Desean ridiculizar nuestra cultura de pueblo marinero quienes viven de espaldas al mar, quienes obtienen favores temporales de nuestros pequeños comerciantes, a los que los han engañado con prebendas y zanahorias apolilladas. En nombre de su propio progreso quieren tirar el teatro de marionetas La Estrella y el de Los Manantiales… ¿Pero adónde vamos a ir a parar?» Cuánta razón tiene mi anciana vecina.Qué fría es la mirada de aquellos concejales que votaron a favor de las destrucción no deseada por cuantos hemos nacido, vivimos o trabajamos en el barrio del Cabanyal, ¡qué cinismo!, ¡qué despotismo!, ¡qué tomadura de pelo por parte de la señora alcaldesa y sus concejales comediantes, comparsas de promotores inmobiliarios! La historia y la vida continúan y sin duda pasan factura. Las buenas gentes del Cabanyal tienen buena memoria y son agradecidos y leales con quienes defienden su pueblo y no con quienes traicionan nuestro pasado y nos impiden elegir nuestro futuro. Y mientras, entre tanto salvem no me queda más remedio que recomendar aquello de sálvese quien pueda. * Licenciado en Ciencias Económicas y vecino del Cabanyal.
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