ANTONIO DÍAZ TORTAJADA (cura). Mucho que destruir y mucho que conservar. Levante-emv 27/02/1999
La fumata blanca surgió. La prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez cortando el Cabañal, y demás renovación de calles, es un hecho ya aprobado por nuestro ayuntamiento. No sabemos si puede ser irreversible. O si estando aprobado se paralizará su ejecución por falta de recursos económicos.
Mucho que destruir y mucho que conservar
ANTONIO DÍAZ TORTAJADA
La fumata blanca surgió. La prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez cortando el Cabañal, y demás renovación de calles, es un hecho ya aprobado por nuestro ayuntamiento. No sabemos si puede ser irreversible. O si estando aprobado se paralizará su ejecución por falta de recursos económicos. Pero es un hecho sobre el papel a costa de unos elevados presupuestos que todos los ciudadanos debemos asumir.
Las sucesivas opiniones han surgido y se han expresado en los medios de comunicación, han existido en favor y en contra de este gigantesco proyecto y junto a opiniones publicadas, las opiniones manifestadas en la calle y colgadas en los balcones. La aprobación de este proyecto ha generado en un antes y en un después tensiones, enfrentamientos y situaciones incívicas que son dignas de condena. No soy una persona de
confrontación o choque, pero sí de diálogo y colaboración.
Sobre la cuestión del Cabañal me pronuncié en varios momentos, cuando era tiempo de pronunciarse, defendiendo la rehabilitación de las viviendas del Cabañal, viviendas con un porcentaje muy elevado de abandono, tanto por parte de la propiedad privada como por parte de las autoridades municipales. Esta rehabilitación supone, por cierto, la destrucción de un gran número de inmuebles. Sólo hace falta darse un paseo y darse cuenta que tanto en el Cabañal como en Cañamelar hay mucho que destruir, mucho que recrear y mucho que cuidar.
Constataba que había que recrear o regenerar esta arquitectura para que resultara de por sí perfecta y bella. Y rechazaba una actitud instintiva y arbitraria culturalmente perteneciente a la subhistoria, de condenación general y que había que destruir un barrio para que aflorasen unas grandes avenidas con lo que tiene de especulación urbanística.
Pedía —y ésta es mi posición personal como sacerdote responsable de una comunidad parroquial que vive en esta zona— que debería existir el diálogo entre el progreso humano y la talla del hombre de nuestro barrio. El
urbanismo y la arquitectura de nuestros políticos deberían servir de rodillas y en silencio al hombre y la mujer
concretos de estos barrios. Pedía que el urbanismo fuese un instrumento al servicio del hombre concreto, no de la economía privada o liberal.
A la población le preocupa sobre todo la dificultad económica para adquirir una nueva vivienda. Es el factor económico de cada familia el que se ha de tener en cuenta a la hora de valorar el problema de la vivienda en el barrio. El precio de la vivienda es el principal problema según la opinión del 44,3% de la población. Han vivido la experiencia personal o cercana de tener que adquirir una vivienda. Por aquí hay que comenzar. Construyendo nuevas viviendas en el propio barrio y entregándoselas a aquellos que se pueden ver afectados por un trazado arquitectónico: Vivienda por vivienda.
Después del temporal debe venir la calma y la reflexión que conduzcan a cada afectado —sobre todo personas mayores o personas desheredadas de esta sociedad— a tener una respuesta eficaz a su problema. No basta hacer proclamas de futuribles: comerciantes y restaurantes… Que son válidas y ciertas si todos, llegado el momento, tienen realizado plenamente su derecho humano de tener una vivienda digna.
No cuestiono que en este tema del Cabañal existen muchos intereses bastardos o económicos —en un bando u otro—; sí cuestiono que existen muchos hombres y mujeres que están sufriendo en silencio, que no se manifiestan públicamente, y que por fidelidad a estas personas sin voz se nos obliga a los cristianos a salir en defensa de ellas, comprometiéndonos en la lucha, en el anuncio y denuncia de cualquier injusticia que se pueda cometer. Y los políticos de inspiración cristiana deben ser muy sensibles a esta situación que se avecina.
En esta parcela de la defensa de los derechos humanos, los cristianos —a nivel de parroquias, comunidades, asociaciones públicas y privadas, etc.– tenemos que levantar la voz. Somos amantes de las modernas avenidas del Eur de Roma y de sus ruinas… Pero hemos de ser, como ciudadanos corresponsables con los
demás vecinos de la comunidad civil, agentes de criterios y actitudes en defensa de los más marginados. Porque existe el peligro de que privaticemos nuestra fe o hagamos maridaje con el mundo.
En el horizonte tenemos un reto.
Párroco de Nuestra Señora de los Ángeles.
Cabañal.
Leave a Comment