J.V. Marqués. Gracias, señora. Alcaldesa. Levante-emv. 17/12/1998

Muchas gracias, señora alcaldesa. Dudo mucho de que el do-mingo hubiera podido pasar un día tan grato sin su colaboración. Era un día estupendo y fui con el niño a la playa, a los actos de la plataforma Salvem el Cabanyal. Seguimos a los cabezudos y pasamos luego por la Casa del Bou, donde me reconcilié con mi chapucería en trabajos manuales: ni yo mismo hubiera podido poner unas farolas cargándome más te-jas y ladrillos de un edificio emblemático. Cantando, cantando llegamos a la plaza de Lorenzo la Flor y, ¡bueno!, qué gozada.

Gracias, señora alcaldesa

JOSEP-VICENT MARQUÉS

Muchas gracias, señora alcaldesa. Dudo mucho de que el do-mingo hubiera podido pasar un día tan grato sin su colaboración. Era un día estupendo y fui con el niño a la playa, a los actos de la plataforma Salvem el Cabanyal. Seguimos a los cabezudos y pasamos luego por la Casa del Bou, donde me reconcilié con mi chapucería en trabajos manuales: ni yo mismo hubiera podido poner unas farolas cargándome más te-jas y ladrillos de un edificio emblemático. Cantando, cantando llegamos a la plaza de Lorenzo la Flor y, ¡bueno!, qué gozada. Allí estaba A., veterano ecologista de Margarida, a quien no veía desde que vino al hospital a verme. Me dio recuerdos de M., que sigue viviendo en la montaña. También estaba S., de la histórica tertulia de El Micalet, y T., de los tiempos en que Miguel Ramón no quería venir a la Malva, a bañarse entre bacilos. T ya lleva tres libros de historia no subvencionada de la zona. En esto que veo a B., vete-rana de mil luchas, hermoseada, aunque no necesite el plan Barberá belleza en siete manis, por el ardor combativo, y me presenta a su hijo que mide ya casi un piso de los nuevos. Escucho actuaciones musicales y vuelvo a encontrar hechiceras damas del Cabanyal, apenas entrevistas el día 10 en el montaje de la calle de San Pedro. Admiro el curre animador de Gabi, voluntarioso, aunque no tiene público tan distinguido como el día en que hizo usted de telonera de doña Franca Rame. También vi a C., compañero de viejas y permanentes batallas desde el Saler al Botánico. Lástima que no estuviera Just, que habría estado.

Pruebo dos paellas excelentes, la de M. J. y la de A., según la receta de su madre de. Me regalan un escapulario laico y compro a buen precio una camiseta de Salvem el Cabanyal, para lucirla en plan futbolero goleador hasta que el tiempo permita mayor exhibición. Ya tenía la de Salvem L’Hor-ta. Ignoro si de Campanar hay.

Gracias, señora alcaldesa, por permitirme la ocasión de saludar a L., a Joan C., a Juan O., gran técnico y amigo entrañable, a quien ofendí sin querer en una referencia escrita, y a Manolo, otro pionero, al que tampoco le salen las cuentas de los disparates que usted y sus amigos se disponen a perpetrar en el Cabanyal. ¿Qué alcalde del mundo me daría ocasión para tanto reencuentro, tanto «mira, esta es la meua xiqueta», «aquell d’allà és el meu»… ¡Qué estupendo, doña Rita, nos está restaurando a todos los carrozas gratis!

Y todo eso la misma semana en que usted, señora alcaldesa, tuvo la amabilidad de venir a inaugurar por segunda vez el centro de salud al que voy desde hace años, al que, en efecto, le faltaba ese toque cálido y termal de otra visita suya y del señor Farnós. Gracias, señora alcaldesa.

No me diga que «de nada» aún, espere. La concentración del  Cabanyal contra sus pavorosos planes, doña Rita, me permitió comprar lotería de la plataforma. Como nos toque, le vamos a pagar a escote un carril excavadora hasta su casa que va a ser el asombro de Europa y el pasmo del milenio.

Siento dedicarle este artículo a usted y no, como les prometí a los enfermos de esclerosis múltiple (asociación 963562820), que andan peleando estos días por algo de necesaria y justa atención a sus poco conocidos males. Pero la gratitud ante todo, doña Rita. Aunque a veces, como usted nos dice, politicemos las cosas en vez de lamer su vara, los vecinos somos agradecidos y apreciamos que cada vez nos vamos juntando más gracias a usted.