Ramón Ferrando. Recuperación de la calle. Levante-emv. 19/09/1998

RECONFORTA constatar la recuperación de la voz de la calle en defensa de la voluntad ciudadana, y gratifica, aún más, la desaforada irritación manifestada por los soportes mediáticos del conservadurismo más atroz,
ante el sugerente panorama. La coordinadora Salvem el Cabanyal-Canyamelar, junto con otras plataformas similares, está contribuyendo de forma positiva a canalizar una nueva sensibilidad ciudadana,…

19/09/1998 Levante-emv Ramón Ferrando Recuperación de la calle

Recuperación de la calle
RAMON FERRANDO
RECONFORTA constatar la recuperación de la voz de la calle en defensa de la voluntad ciudadana, y gratifica, aún más, la desaforada irritación manifestada por los soportes mediáticos del conservadurismo más atroz,
ante el sugerente panorama. La coordinadora Salvem el Cabanyal-Canyamelar, junto con otras plataformas similares, está contribuyendo de forma positiva a canalizar una nueva sensibilidad ciudadana, cansada del permanente hostigamiento del poder capitalino, cada vez más ajeno al sentir de los vecinos, y dotado de mayor soberbia. Este nuevo modo de entender la gestión pública está logrando calar en la ciudadanía, que opta por participar activamente en la defensa de sus derechos, al igual que ocurrió en la lucha del Botánico,
y que empuja a los políticos convergentes a sumar esfuerzos en la defensa de las iniciativas, surgidas al amparo de la mesa camilla.

No le faltaba acierto a Ana Noguera, máxima oponente de Rita Barberá a la alcaldía de Valencia, cuando manifestaba al inicio del verano: «Bienvenidas sean todas las coordinadoras que contribuyan a reabrir los debates ciudadanos. Creo que la ciudad está viviendo la última época de una fase de aburrimiento; en ese sentido, la época Barberá ha muerto. La ciudad está despertando y manifiesta sus inquietudes. Tan sólo hay que articular esa vitalidad.

Es la sensación que comenzamos a percibir, superada ya la etapa de las admoniciones y amenazas mediáticas, no porque quienes las insuflan hayan perdido el ánimo —que continúan poniendo todas sus baterías al servicio del más rancio concepto de ciudad, en el que les era sencillo mangonear a su antojo—,
sino por la creciente pérdida de crédito de los sempiternos agoreros. Es la vitalidad de la propia ciudad la que los está dejando encerrados en su casal decimonónico.

El Cabanyal atesora una de las pocas referencias de nuestra identidad que nos van quedando en pie. Sólo por eso, vale la pena luchar por su salvación, y más cuando la traumática alternativa municipal ni suscita soluciones ni concita unanimidades sobre su utilidad y necesidad. La mayoría de vecinos son conscientes de que están amenazados por la piqueta y el hormigón, y se oponen al plan Barberá, que implicaría no sólo la desaparición de un singular entorno urbanístico, sino de todo un modo de vida. No otro significado tuvo la manifestación vecinal, en la que se dieron cita todas las generaciones que pueblan el Cabanyal, mientras las Cortes aprobaban la declaración de bien de interés cultural a todo el barrio valenciano. Es un paso.